Bilbao ––y muchos otros municipios vascos–– son auténticos yacimientos arqueológicos al aire libre. Muestran las huellas de un pasado reciente donde fábricas, talleres y grúas formaban parte de un paisaje urbano dominado por la industria. Pero aquí el pasado no solo se recuerda: se excava. Y también se repara. Se estima que hasta un 1,3 % del suelo vasco está potencialmente contaminado, en gran parte como consecuencia de aquella época de humo, hierro y escombro. Traducido a una escala más comprensible, supone más de 13.000 campos de fútbol escondidos bajo tierra.
El proyecto ARIS, impulsado por Talantia y Teknimap, trata de dar respuesta a esa herencia tóxica. El reconocimiento a este esfuerzo llegará el próximo 18 de junio en el Teatro Campos Elíseos, donde ambas entidades recibirán un galardón en los IV Lurra Sariak, organizados por el Consorcio de Aguas Bilbao Bizkaia y DEIA, por su compromiso con la regeneración ambiental.
Regina Rodríguez, de Talantia, y Felipe Guisasola, de Teknimap, explican que la iniciativa surge de la necesidad en el sector medioambiental de introducir herramientas innovadoras que mejoren el conocimiento del subsuelo. “Sobre todo a la hora de poder sanear la contaminación que haya”, apunta Rodríguez. En esa línea, su compañero añade que el proyecto ARIS funciona como una especie de ecografía: la tecnología empleada permite obtener imágenes de alta resolución del terreno posiblemente contaminado. Se trata de un enfoque ya extendido en países como Bélgica o Países Bajos.
Perforar para conocer el suelo
Eso sí, la técnica utilizada no consiste simplemente en pasar un detector por la superficie, matiza Rodríguez. “Hay que perforar. Utilizamos una especie de barrena con forma de cono que se va hincando en el terreno. Ese cono lleva incorporados varios sensores que permiten medir diferentes propiedades del suelo, como su permeabilidad o su conductividad eléctrica”, detalla.
Además, incorpora detectores de gases que analizan la concentración de contaminantes. La herramienta realiza mediciones cada treinta centímetros. “Con todos esos datos, se pueden elaborar perfiles del subsuelo muy precisos”, concluye Rodríguez. Este sistema, sin embargo, no es aplicable a todos los terrenos. “Si nos encontramos con un suelo muy duro, no podemos medir lo que hay debajo. Además, otro de los principales bloqueos es el desconocimiento. Utilizamos una tecnología que no se conoce mucho y, a priori, puede parecer más cara”, reconoce.
Focos de contaminación
Hasta el momento, ARIS ha arrojado resultados muy valiosos. El equipo destaca su utilidad para delimitar con precisión los focos de contaminación. Ponen como ejemplo un emplazamiento concreto en Gipuzkoa, donde las pruebas permitieron identificar con exactitud las zonas más afectadas. Gracias a esa información, se optó por un procedimiento de saneamiento localizado, sin necesidad de excavar, adaptado a las franjas contaminadas.
Guisasola subraya que el municipio guipuzcoano de Eibar es un caso paradigmático del legado industrial vasco. “Concentra un núcleo humano importante y muchos centros de trabajo. En prácticamente todas las empresas que había en la zona baja, el suelo está abierto o ha sido intervenido de alguna forma”, apunta.